Raquel Bastardés Gragera (8 años)

 

Crónica de una aventura en el desierto (2ª parte)

 

  Regresa a la 1ª parte

 

 

El calor no nos hizo desfallecer en la descarga de material del camión de Figu. Todos los niños colaboramos con ilusión.

Después visitamos las clases de la escuela y nos hicimos fotos con algunos de los niños.

 

Descargamos el camión en la escuela de Taouz con entusiasmo y después tomamos unos bizcochos que estaban deliciosos

  

   Continuamos la ruta hacia la siguiente escuela en Taouz. Esta escuela me pareció que tenía mejores instalaciones. Las aulas estaban mejor preparadas e incluso tenían aula de informática: compartían un ordenador entre tres alumnos aunque no disponían de Internet. Aunque estábamos ya un poco cansados y hacía mucho calor, descargamos con la misma ilusión todo el material. Al acabar nos habían preparado té moro con unos pastelitos. Como estaba un poco hipoglucémica después de tanta actividad me tomé un trozo de bizcocho que me supo a gloria. Después, una vez que repusimos las fuerzas nos dirigimos a la última escuela, la de Ouzina, y descargamos sin desfallecer el material que nos quedaba. Para llegar hasta aquí muchos coches se quedaron enganchados en la arena. Esta última escuela era la más pobre que habíamos visitado, pero fue donde recibimos las sonrisas de los niños marroquíes más bonitas.

 

   Además entramos a visitar una de las viviendas en las que vivían y me quedé sorprendida. No se parecía en nada a mi casa, era pequeña y no tenía ninguna comodidad; Por no tener no tenía ni agua. Hasta ahora no sabía que se podía vivir sin agua en

las casas. Eso sí, estaba todo superordenado. Comprendí entonces una lección: se puede vivir sin televisión, sin DVD y sin tantos juguetes como tenemos los niños españoles. En realidad tenemos muchas cosas que no necesitamos.

 

   Cuando terminamos de descargar el material comenzó a levantarse mucho viento, nos dijo Don Federico que era una tormenta de arena. Al principio parecía divertido, pero tuvimos que comprar un turbante para protegernos porque la arena se metía por todas partes y hacía daño. Así que Don Federico e Inma nos llevaron a un albergue para descansar y poder almorzar.

Aunque no lo parezca, esta soy yo. Inma me enseñó cómo se coloca el turbante y

pude protegerme de la tormenta de arena.

 

   Esa noche teníamos que cenar y dormir en khaimas bereberes, pero la tormenta de arena impidió que cenáramos en allí y nos llevaron a otro albergue para cenar. Después todos juntos en caravana nos fuimos a las khaimas a dormir.

 

Dormimos en la khaima 22 y fue muy divertido, pero realmente pensé que una noche no está mal, pero dormir aquí todas las noches como lo hacen los marroquíes que viven en el desierto debe ser muy duro. A la mañana siguiente, como es costumbre, antes de desayunar he de medir mi nivel de glucemia con mi glucómetro, un aparato mágico que me acompaña a todas partes donde voy.

 

   Allí estaba Inma que nos indicó que nuestra khaima era la 22, nos instalamos y dormimos como reyes, después de un día tan agotador.

 

   A la mañana siguiente desayunamos en la khaima restaurante y preparamos el siguiente día de ruta. Este día fue bastante interesante, tuvimos que pasar mucha zona de arena y muchos coches se iban quedando atrapados, pasamos por una extensa zona de un color bastante oscuro que se llamaba una hammada. Papá se pasó medio viaje hinchando y deshinchando las ruedas. Intentó explicarme por qué lo hacía pero no lo comprendí del todo. Durante todo el camino yo iba en el coche estudiando la representación, para saberme muy bien la letra que me tocaba cantar. Al terminar la ruta llegamos al hotel Tomboctou, en Merzouga. Nos incorporamos a las actividades con los monitores que nos tenían preparada una sorpresa: vinieron un montón de niños marroquíes a jugar con nosotros. Lo pasamos genial. Después de un día tan duro nos fuimos a descansar.

Cada vez que tenía un huequecito aprovechaba para aprenderme la

letra de nuestro rap. Además tenía que reponer fuerzas de vez en cuando,

porque había muchas actividades.

 

A la mañana siguiente después de un gran desayuno, Nacho Salvador intentó organizarnos a todos para hacernos la foto de grupo. Supongo que saldría una foto genial que veremos colgada en la página. Luego le pedí la cámara a Mamá para fotografiar

 

Nacho desde el coche daba órdenes para colocar todo y que la foto de grupo saliera bonita, pero seguro que mi foto de los monitores

salió mejor. ¿Verdad?

 

a los monitores. Salieron unas fotos muy chulas que voy a poner en mi habitación. Me gustaría aprovechar para dar las gracias a todos ellos, y de una forma muy especial a Alberto, que ha me ha ayudado mucho dándome buenos consejos, ya que ambos compartimos que somos muy especiales, somos diabéticos.

 

   El día siguiente lo dedicamos a hacer dunas. Primero se subió Inma en nuestro coche y estuvo un rato explicándole cosas a Papá, mientras nosotros jugábamos en la arena y perseguíamos a los escarabajos. Debió explicárselo muy bien porque cuando

 

Yo me dediqué a jugar en la arena, bien protegida del sol con crema solar, aunque Mamá tuvo que venir a traerme la gorra porque se me olvidó en el coche, mientras Inma le explicaba a Papá cómo conducir por las dunas.

 

ya nos subimos fue superdivertido. La subida y la bajada de las dunas era como montar en la montaña rusa, te entraban unas

cosquillitas geniales en la barriga. Mientras Papá decidía por dónde subía y bajaba y Mamá se agarraba al coche como podía, Daniel y yo íbamos chillando en el coche. ¡Qué divertido, era mejor que el parque de atracciones!

 

   Me quedé atónita al comprobar que la mayoría de los niños andan descalzos por el desierto y tienen que andar muchísimo para poder ir a la escuela. Yo que me quejo cuando ando dos pasos y medio.

 

   Otra cosa que me sorprendió de este viaje es que en cualquier momento, estés donde estés, aparecen unos marroquíes y montan una tienda en un periquete. Compramos un montón de fósiles, que luego he regalado a mis amigos en Madrid.

Cualquier sitio es bueno para montar el mercadillo. Lo de regatear me pareció la

cosa más difícil del mundo

 

   Cuando volvimos al hotel, nos encontramos con una sorpresa. Los monitores nos habían preparado una tirolina. Inma fue la primera en probarla y lo hizo genial. Daniel y yo nos tiramos un montón de veces, no me dio ningún miedo. ¡Fue divertidísimo!

 

   Después de una cena riquísima y tuvimos la representación de cada uno de los grupos. Me encantaron todas las actuaciones, pero creo que el grupo 6, el de Don Federico fue el mejor de todos, porque no nos ayudaron los padres y lo hicimos genial.

 

Inma fue la primera en probar la tirolina. Figu y Alberto nos ayudaban a subir al camión de Acuarios desde donde nos tirábamos. Luego una vez abajo Charlie nos ayudaba a aterrizar. ¿Qué bien lo pasamos!

 

   A la mañana siguiente mis padres me levantaron a las 5 de la mañana. Nos fuimos en dromedario a ver amanecer en el desierto. Pasamos un frío de muerte pero mereció la pena el frío y el madrugón. El amanecer en el desierto fue precioso.

 

   Después de desayunar, recogimos todo, cargamos el coche y nos dirigimos hacia el Oasis de los niños. Me explicaron que un oasis es una zona en medio del desierto en la que crece vegetación. Durante los años anteriores los niños habían plantado muchas palmeras. Este año plantamos con mucho mimo unas cuantas. Daniel y yo plantamos una, hicimos el agujero, la colocamos cuidadosamente y esperamos a que la regasen. Seguro que el año que viene habrá crecido un montón porque pusimos mucha ilusión. Además nos hicimos una foto todos los miembros del grupo 6, el grupo de Don Federico.

 

Con mucho esmero Daniel y yo, con ayuda de Alberto, plantamos nuestra palmera en el Oasis de los niños. Que chulada, seguro que el año que viene estará muy grande. Luego nos hicimos una foto todo el grupo 6.

 

   Desde aquí hasta la entrada en el barco en el puerto de Nador, no me acuerdo de mucho, me quedé dormida. Me desperté una vez y vi que estaba nevando. Papá me dijo que estábamos atravesando el Atlas. Estaba todo precioso.

 

   Una vez en el puerto no tardamos en embarcar, cenamos en el barco, dormimos en las literas de un camarote y a la mañana siguiente estábamos en Almería. En realidad me daba mucha pena porque el viaje había sido toda una gran aventura. Una

experiencia increíble, que me ha permitido descubrir que Marruecos es un país diferente, en el que los niños tienen muchas necesidades y nosotros hemos contribuido a ayudarles un poquito para que puedan estudiar un poco mejor y tengan la oportunidad de hacer ago tan sencillo para nosotros, lavarnos los dientes y enjuagarnos la boca.

 

   La última cosa divertida que nos ocurrió es que quedamos a desayunar en una cafetería de Almería unos cuantos del grupo 6 que ya somos amigos porque hemos compartido un viaje alucinante y muchas cosas por la emisora (R que sí) y nos tronchábamos de risa cuando vimos el cartel del autobús. Mirad la foto y lo comprobaréis.

Después de tanto R y R que sí en la emisora, casi me muero de risa cuando vi el

autobús de Almería. ¿A que os mola?

 

   Espero que os haya gustado mi crónica de este viaje, agradecer a todos los que la han organizado que me hayan permitido participar. Es una experiencia que no olvidaré en mi vida. Todo un reto saber que una niña diabética es capaz de vivir una aventura semejante. Espero que el año que viene podamos asistir de nuevo. Gracias.

 

Raquel Bastardés

 

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