Raquel Bastardés Gragera (8 años)
Crónica de una aventura en el desierto
Me llamo Raquel Bastardés y tengo 8 años. Esta es la primera vez que asistimos a esta aventura. Cuando Don Federico me
pidió que escribiese la crónica de este viaje al principio me dio un poco de miedo, pues no pensé que sería capaz, pero acepté porque mi madre accedió a ayudarme. Durante el viaje habíamos ido anotando muchas cosas en un cuadernillo de viaje que me servirá para recordar muchos nombres.
Realmente el viaje no comenzó el día 14 de marzo sino que ya un mes antes mi Madre andaba como loca preparando todas las cosas. Cuando solamente faltaba una semana los nervios estaban a flor de piel y parecía que todo iba a estallar. Llegó el ansiado día 14 y salimos de Madrid tempranito para coger la M-50, donde nos encontramos un monumental atasco. En esta carretera conocimos a Figu que iba conduciendo su camión y le saludamos. Papá tuvo que demostrar su pericia al volante para conseguir llegar a Algeciras a tiempo. |
Esperando para embarcar en Algeciras colocamos las primeras pegatinas en el coche |
La travesía en el Ferry fue muy distraída porque los monitores representaron una obra muy divertida y nos reímos mucho. Una vez que llegamos nos tocó pasar la aduana, y enseñar los pasaportes unas cien veces.
Ya muy de noche llegamos al hotel Ibis en Fnideq, donde nos esperaba Inma, para darnos la habitación.
Al día siguiente tanto los papás como los niños tuvimos reunión. Luis nos explicó en qué consistirían las actividades y nos repartieron los archivadores con el primer capítulo del cuento y unas pelotas muy chulas. Ese día comenzó de verdad la aventura, después de colocar las emisoras, los GPS y las pegatinas en los coches salimos con nuestro rutómetro en dirección a |
Luis Granda nos explicó por la mañana en qué consistirían las actividades de los niños y nos repartieron los archivadores con el primer capítulo del cuento. |
Rabat, la capital de Marruecos. A medio día paramos en una zona llena de árboles para comer, montamos nuestras mesas y después de disfrutar de la comida jugamos a la soga, chicos contra chicas y luego niños contra papás. Os recuerdo que ganamos los niños paga doble, ¿lo habíais olvidado?
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Después de la comida jugamos a la soga. Todos demostramos estar en plena forma.
Tras los juegos continuamos la ruta hacia el hotel Dalia, en la ciudad de Meknés, un hotel muy chulo en el que antes de cenar tuvimos taller de pintura con Patricia y después Jacobo (San Jacobo, como le llamaba mi hermano Daniel) nos dio unos consejos médicos para no ponernos malos durante el viaje: nos dijo que debíamos lavarnos bien, no comer alimentos sin lavar, beber siempre agua mineral, hidratarnos bien, ponernos protección solar y tratar de buscar la sombra cuando hiciese mucho calor. En la cena comimos una comida bastante rica, pero muy diferente a la que comemos en España, porque estaba un poco picante. Después de cenar leímos con Luis un poco del cuento y luego nos fuimos a descansar.
A la mañana siguiente, después del breafing, iniciamos la ruta y llegamos al impresionante bosque de cedros, nos dijeron que había muchos monos y que tuviéramos cuidado con ellos porque mordían, pero realmente no vimos ninguno. Paramos en Timadhdite, donde tuve mi primer encuentro con los niños de Marruecos: les dimos caramelos, me enternecieron sus miradas de agradecimiento. Daniel se quedó tan impresionado que les regaló la pelota que nos habían dado el día anterior.
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Mi hermano Daniel y yo tuvimos nuestro primer encuentro con los niños de Marruecos en Timahdite, donde les dimos unos caramelos y las pelotas que los monitores nos dieron la mañana anterior.
Continuamos la ruta, los paisajes eran impresionantes. Atravesando las montañas nos dirigíamos en dirección a Arfoud y atravesamos la sorprendente cordillera del Atlas por el túnel del Legionario, en Er Reachidia. Por la lectura del cuento supimos que se trata del único túnel de Marruecos, un túnel que los legionarios franceses cavaron en la roca con picos y palas. Hoy en día sigue en su estado original, y permite la comunicación entre el norte y el sur de Marruecos. | Después de atravesar el túnel del Legionario pudimos ver la impresionante cordillera del Atlas estaba cubierta de nieve. |
Daniel hizo de las suyas en el camión de Figu. ¿Verdad que las caras de estos niños lo dicen todo? |
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Hicimos una nueva parada porque, como siempre, Don Federico ya estaba pidiendo una cervecita y aprovechamos para subirnos al camión de Figu. Daniel toqueteó todo lo que encontró en la cabina, y de verdad no sé cómo Figu fue capaz de poner en marcha el camión de nuevo. En esta parada no sé de dónde volvieron a aparecer más niños, sus caras eran preciosas. Les dimos algunas cosillas y se les iluminaron las caras. Fue increíble ver la ilusión en sus ojos.
A continuación entramos en una impresionante garganta, la garganta del río Ziz. Mamá tuvo que explicarme qué la garganta la había formado la erosión del río Ziz y cómo habían quedado los estratos después de la erosión. No lo entendí demasiado bien, pero prometió volvérmelo a explicar más adelante. Por cierto, aquí vi que hay personas que no tienen lavadora porque vimos muchas mujeres lavando la ropa en el río Ziz.
La garganta del Ziz era impresionante. Esas capas del terreno son los estratos que están inclinados. Al fondo en el río Ziz pueden verse mujeres lavando la ropa. |
A pesar del calor que hacía, en la garganta del Ziz paramos para comer. Menos mal que como mi Madre es muy previsora se le ocurrió la estupenda idea de comprar una enorme sombrilla donde Marina, Álvaro, Daniel y yo nos cobijamos para comer. Aquí sí que tuvimos que beber mucho, pues el calor comenzaba a apretar. La comida nos supo genial porque estábamos hambrientos, aunque a pesar de que mi Madre se lo había tomado muy en serio, no había mucha variedad en las comidas: fiambre, queso, ensaladillas de lata, mejillones en escabeche, etc. Menos mal que el pan de Marruecos estaba riquísimo. Estuvimos haciendo algunas fotos en este sitio porque era realmente impresionante y después de jugar con los amigos que ya íbamos haciendo en el viaje, cogimos de nuevo los 4x4 y paramos en una Kasbah llamada Jurassique, donde probé el té moruno. Particularmente a mi no me gustó, tampoco me importó demasiado puesto que como soy diabética estaba demasiado dulce.
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Comimos en la garganta del Ziz y después probé por vez primera el té moro. Por cierto, olía muy bien, pero no me gustó nada.
Después no recuerdo muy bien esta parte del viaje porque el cansancio pudo conmigo y me quedé dormida. Sé que mis padres me despertaron para que contemplara un preciosísimo valle repleto de palmeras. Jamás había visto tantísimas palmeras juntas. Allí estuvimos un rato y se nos acercaron unos niños marroquíes que nos regalaron un bonito camello hecho con hojas de palmera. Lo colocamos en la parte delantera de nuestro RAV-4, y fue nuestra mascota durante el resto del viaje.
Otra de las cosas que más me han gustado de este viaje es que mi Madre nos ha dejado hacer todas las fotos que queríamos con su máquina de fotos. Así que nos pasábamos todo el día dándole la lata para que nos la dejara y poder probar nuestras dotes artísticas. |
Jamás había visto un palmeral tan bonito en toda mi vida. Parecía mentira que hubiese tanto verde en este paisaje. |
Finalmente después de este día de ruta nos dirigimos al hotel Xaluca, en Arfoud. El hotel fue precioso, las habitaciones increíbles y, sobre todo, el trato del personal fue increíble. Todos eran muy agradables con nosotros. Nada más llegar nos dimos un baño en la piscina y después nos fuimos con los monitores a las distintas actividades. El hotel era muy chuli y nos dedicamos a explorarlo por todas partes.
A la mañana siguiente nos enseñaron algo de mecánica, a limpiar algo que el coche tiene por dentro, pero realmente Daniel y yo estábamos tan cansados que, aunque pusimos cara de estar entendiendo todo, no nos enteramos de mucho. Yo creo que nadie se dio cuenta.
Después de la reunión, cogimos de nuevo el coche y continuamos la aventura. Este fue el día en que vimos las primeras dunas. ¡Qué color tan bonito tenían, parecían doradas. Cuando tocamos la arena era tan suave como la arena de la playa. Además pudimos ver muchos rebaños de dromedarios en pleno desierto. Nos volvimos a dormir en el coche cuando, de repente Papá nos despertó diciéndonos que habíamos llegado a la Ciudad de Orión. Mamá empezó a sacar unos papeles que había sacado de Internet y nos contó que estábamos en la planicie de Marha, en Er Rachidia y que |
Mar, Daniel y yo exploramos de cabo a rabo todo el Hotel Xaluca de Arfoud |
esta construcción tan rara se llamaba así porque estaba formada por siete torres que se situaban según la constelación de Orión (que nosotros vemos en verano cuando vamos a la playa) y lo construyó un alemán llamado Hannsjörg Voth (esto me lo ha soplado Mamá) con la ayuda de trabajadores marroquíes. Subimos a una de las torres y aunque Papá trató de convencerme de que me subiera a las demás no lo consiguió. Mamá nos contó que este arquitecto alemán buscaba la paz y la tranquilidad del desierto para desarrollar sus obras. Aquí me sentí un poco mareada, así que como siempre cogí mi glucómetro y me medí. Estaba un poco hipoglucémica, así que excusa perfecta para meterme en el cuerpo un buen aporte de glucosa.
Después continuamos la ruta llegamos a otra construcción bastante extraña llamada El caracol en forma de gran espiral y construida sobre un pozo de agua. Mamá nos contó además que en la parte interna el arquitecto alemán tiene su casa. Un sitio un poco extraño para vivir, pero bueno. Después continuamos la ruta hasta la llamada Escalera celeste, una construcción también de este arquitecto, que parece un observatorio meteorológico, con 52 peldaños. Menos mal que había comido algo, porque si no imposible subir. A la sombrita de esta escalera aprovechamos para abrir nuestra mesa y sacar la comida. Como siempre no hubo demasiada variedad, eso sí, Mar traía pizza que calentó al sol del desierto.
Después de la comida continuamos la ruta hacia el Hotel Xaluca, y nos incorporamos a las actividades que los monitores nos tenían preparadas. Preparamos un regalo precioso para el día del padre: una botella de arena que pintamos con pinturas. Mamá nos regañó luego un poco porque nos pusimos perdidos, pero, ¡lo pasamos de bien! Con toda la actividad del día me volvió a dar un bajón de azúcar así que Alberto, el monitor le robó a Luis un batido y me lo tomé con unas ganas. Tenía que decirle a Mamá que al día siguiente bajáramos la dosis de Lantus, la insulina lenta que me inyecto por las mañanas.
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En medio de la planicie de Marha, en Er Rachidia, visitamos la Ciudad de Orión, El caracol y La escalera celeste, donde paramos para comer |
Después de comer proseguimos nuestro viaje y nos detuvimos en una especie de oasis donde estuvimos jugando y divirtiéndonos de lo lindo con la arena. A esta altura del viaje los niños del grupo (Álvaro, Marina, Javier, Mar, Pablo, Carlos, Daniel y yo) éramos ya buenos amigos y nos encontrábamos muy a gusto juntos. Como Don Federico nos dijo que teníamos que preparar una actuación empezamos a ensayar. Javier fue un auténtico poeta componiendo los versos del rap, y los demás le íbamos ayudando un poco. Lo que ocurre es que el viaje era un poco duro y gran parte del tiempo nos quedábamos dormidos en el coche.
En la foto estamos de izquierda a derecha Mar, Pablo, Carlos, Javier, Yo (Raquel), Álvaro, mi hermano Daniel y Marina |
Mi primera experiencia con las dunas fue increíble, se nos quedó el coche atascado un par de veces, y todos, y digo todos, tuvimos que empujar y quitar con las manitas la arena de las ruedas. Cuando se quedaba atascado un coche todos ayudábamos fuera de quien fuese. Lo que más me impresionó es que hasta los niños marroquíes, que salían no se sabe de dónde, también ayudaban a sacar los coches.
Pero poco a poco Papá fue adquiriendo más experiencia, eso sí, gracias a los sabios consejos de Inma, y al final ir por las dunas era algo parecido a deslizarse por la nieve. ¡Era genial! |
Aquí no se me ve, pero os aseguro que estoy ahí en medio del jaleo empujando el coche como la que más. Fue de lo más divertido. |
Cuando llegamos de nuevo al hotel Xaluca, nos incorporamos a las actividades. Después de tantísima actividad, tuvimos una cena de lo más animada. Además gracias a lo ajetreado del día pude permitirme algún exceso en el postre. ¡Qué ricos están los dulces de Marruecos! Además, mientras estábamos cenando, de repente apareció en el comedor del hotel un dromedario. Menudo susto nos llevamos. Marina, Dani y yo nos acercamos a acariciarlo, ¡qué de pelo tienen!
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Esta soy yo durante la cena, como habíamos tenido tanta actividad durante el día pude permitirme algún exceso en el postre.
¡Qué bueno es hacer ejercicio para los diabéticos! Además podéis ver cómo nos acercamos a acariciar al dromedario que apareció durante la cena.
Estábamos ya muertos de sueño pero tuvimos que reunirnos los niños del grupo 6 (el de Don Federico) para ensayar la
función. Hubo sus más y sus menos, pero al final reinó la cordura y pudimos ensayar un poquito y poner en orden qué estrofa cantaría cada no de nosotros. Habíamos decidido cantar un rap titulado el rap del desierto, y una canción, la de Don Federico mató a su mujer, pero hubo quien no quiso que la incluyéramos en el repertorio y decidimos suprimirla. Fue una pena porque Daniel iba a disfrazarse de Don Federico y nos hubiéramos reído mucho. | Después de cenar los miembros del grupo 6 nos reunimos para ensayar la unción. Por fin parecía que estábamos todos de acuerdo. |
El día siguiente (18 de marzo de 2008) fue uno de los más inolvidables de mi vida. Nos levantamos temprano, como siempre y después de un espléndido desayuno en el hotel Xaluca, donde no faltó de nada, con el rutómetro en mano nos dirigimos hacia Merzouga, donde visitamos la primera escuela. El calor era sofocante, pero eso no mitigó la ilusión que todos pusimos en la descarga de material escolar, pelotas y material de higiene dental del camión de Figu. Entre todos los niños formamos dos filas y fuimos descargando todo el material, eso sí, los mayores nos ayudaban a sacarlo del camión. Cuando el trabajo estuvo terminado nos dieron unas botellitas de agua para recuperarnos e hidratarnos bien. Después de terminar visité algunas de las clases de los niños marroquíes. Me quedé atónita, no se parecían a mi cole en Madrid. Las clases eran muy pobres, y carecían de muchas de las cosas que cualquier niño de España tiene. Sus pupitres eran un poco viejos, pero muy bien cuidados, sus libros estaban impecables y sus lápices supernuevos. Entonces es cuando empecé a comprender la cantidad de cosas que nos sobran a nosotros. Además si estos niños iban a la escuela eran unos privilegiados, porque fuera había otros muchos que no tenían la oportunidad de asistir a clases. En las aulas repartimos caramelos y algunos juguetes y sus caras cambiaron y expresaban un profundo agradecimiento.