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EL DESTINO INESPERADO

 

Hoy, mientras realizábamos la etapa, nos hemos encontrado con una “casa”, en medio de la nada. De allí ha salido una señora mayor, que se ha acercado a nosotros, primero despacio y cada vez mas deprisa, conforme nos íbamos bajando del coche y abriendo el maletero. Cuando llegó hasta nosotros se quedó parada mirándonos, sin moverse, con el velo que llevan las mujeres aquí en Marruecos, tapándole la cara. A lo lejos aparecieron en la puerta de la “casa”dos siluetas de niños pequeños. En el momento que sacábamos las bolsas del coche, la señora mayor se acercó aún más y vi como sus manos temblorosas y decoradas con hena cogían agradecidas el regalo. Casi no cabían en si del gozo, nos repitió como unos mil millones de veces gracias (sucram, en árabe), para agradecernos lo que le habíamos entregado. Tan contenta estaba, que cuando le preguntamos que si quería hacer una foto, se quitó el velo y accedió (cosa increíble, puesto que las mujeres de Marruecos piensan que si les haces una foto, le estás robando el alma). Después de haberse despedido de nosotros, con muchos besos y abrazos, se alejó con todo lo nuevo que ahora tenía y no esperaba.

 

Cuando miramos a nuestro alrededor vimos a los dos niños cargados de cosas nuevas y con una gran sonrisa en sus caritas. Me acerqué a ellos con intención de hacerles una foto y ellos se me quedaron mirando. Una vez hecha la foto, se la enseñé y creo que se reconocieron en ella, porque de inmediato me miraron vivamente y empezaron a reír. Llegaba la hora de continuar la ruta, pero nadie se quería ir. Cuando partimos la señora mayor y los dos niños nos despidieron sin parar de decir adiós con la mano. Me alegro muchísimo de haber hecho esta parada inesperada y espero que el destino les vuelva a sonreír.

 

Relato realizado por Maria Elena Párraga, 14 años.

 

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